jueves, 18 de agosto de 2011

Nuevo Juego

Había un aire algo extraño y a la vez incitante esa bonita y calurosa noche de verano. Carly volvía a su casa después de un extenuante día de trabajo. Estaba cansada y muy aburrida. El trabajo de oficina era su vida, pero a la vez era tan agotador que suponía que tendrían que levantarla del suelo con pinzas al final del día.
Odiaba estar cansada, se recordó mientras caminaba por las calles solas. Había una pareja de jóvenes apoyada contra una pared besándose muy apasionadamente con sus cuerpos tan juntos que no se sabía dónde terminaba uno y donde comenzaba el otro. Carly sonrió con envidia: eso era lo que ella necesitaba: pasión, mucha pasión. Ese sería el antídoto perfecto para el agotamiento. ¿Qué mejor que una buena sesión de sexo para relajar los músculos? Mientras este pensamiento llenaba su mente viendo a la pareja, sintió correr al interior de su vulva la crema que la preparaba para un potencial encuentro.
"Oh, sí. Eso sería genial".
Se imaginó una gruesa, caliente y húmeda verga llenado una y otra vez las paredes de su concha resbaladiza mientras una boca sensual chupaba sus pezones. Casi podía sentir el violento empuje de su macho mientras ella yacía sobre su espalda y enredaba sus piernas sobre la cintura del hombre al mismo tiempo que sus manos acariciaban el trasero que no dejaba de moverse por las envestidas.
"Sería maravilloso".
Su cuerpo se puso más caliente. Sus pezones pulsaron contra la suave tela del sujetador y la crema que había llenado su concha ahora mojaba sus bragas. Sintió la imperiosa necesidad de introducir un dedo en su cueva y comprobar lo que ya sabía: estaba preparada para el placer.
Tan absorta iba en sus pensamientos, que no notó al hombre hasta que se chocó con ella justo en la esquina de la cuadra.
-Lo siento, señorita, no la vi -dijo él.
Carly levantó la vista hacia el hombre que se disculpaba mientras levantaba el maletín de la joven, el cual había caído al suelo por el impacto.
La muchacha despertó lentamente de su ensueño para volver a la realidad a la vez que tomaba el maletín.
-No te preocupes -dijo ella sonriendo-. Yo... iba algo distraída.
El hombre sonrió y Carly pudo ver la sonrisa más blanca y hermosa que había visto en su vida. ¡Que guapo era! La mujer se dijo que ese espécimen era grandioso. Medía más o menos uno con noventa, así que tenía que levantar sus ojos para verlo a la cara, algo que casi nunca le pasaba, pues podría considerarse que era una mujer más alta de la media. Era moreno y su cabello negro iba a juego con sus ojos del mismo color. Su nariz era recta y sus labios eran carnosos: unos labios hechos para besar, lamer y chupar. Su cuerpo masculino también estaba para chuparse los dedos... y algo más. Era fornido, se notaba que hacía deporte. Llevaba una camisa azul y unos vaqueros que contrastaban con su piel. Carly se preguntó cómo estaría sin ropa, sin nada de ropa. El líquido que había mojado sus bragas se hizo más copioso.
-La culpa también es mía -dijo él con voz sensual-. Supongo que debimos ser algo más cuidadosos.
"¿De qué está hablando?", se preguntó Carly... ah... sí, del choque. Se había concentrado tanto en observar el físico de aquel macho que lo había olvidado.
-¿Qué te parece si lo olvidamos? -dijo ella respondiendo a su vez con una sonrisa sensual.
-Claro que sí -dijo él-. Adios, y ten cuidado.
-Lo mismo -dijo ella mientras observaba que el hombre se alejaba de ella en el sentido puesto al que ella iba. Lastima, si fueran por el mismo rumbo, muy seguramente irían junto y tendría la oportunidad de disfrutar más de su compañía.
Carly no pudo evitar mirarlo mientras caminaba, admirando el hermoso culo enfundado en los vaqueros. Se imaginó bajándoselos para contemplar la maravilla del cuerpo de ese hombre: observar sus piernas, sus nalgas, sus huevos y su polla. ¿Cómo sería su pene? ¿Largo? ¿Grueso? ¿Ambos?
"Necesitas sexo, Carly", se regañó.
Asió con más fuerza su maletín y siguió su camino, tratando de concentrarse en llegar a casa sin ningún contratiempo.
Aunque trató de concentrarse en las calles, sólo podía ver de nuevo los ojos de ese hombre, el físico magnífico que había visto; preguntarse una y otra vez qué se sentiría que un hombre así le hiciera el amor con pasión y desespero. Si su mente seguía por ese camino, iba llegar a casa con los muslos empapados con sus propios jugos.
Estaba a pocas cuadras de su casa. Se dijo que tenía que llegar temprano, aunque nadie la esperaba. Quería mirar televisión, o quizás visitar alguna web algo hot y jugar con uno de sus "aparatitos" para llegar al tan anhelado placer pensando en un hombre en especial.
Sus pensamientos fueron abruptamente interrumpidos cuando sintió que una mano se posaba sobre su boca y su espalda fue pegada a un pecho masculino. Sintió además la punta filosa de una navaja en su garganta.
-Si gritas, te mueres -dijo una voz profunda-. Si corres, te mueres, si me miras, te mueres. Haz algo para pedir ayuda y te mueres. ¿Está claro?
Carly sentía que la adrenalina corría rápidamente por su cuerpo. Sólo atinó a asentir para responder a la pregunta del hombre. Él aflojó un poco el agarre y quitó el cuchillo. -Muy bien -siguió él. -Te soltaré y nos vamos a ir a otro lugar, sin hacer ruidos raros ni gestos a nadie. De hecho, no vas a mirar a nadie. Si nos encontramos con un conocido tuyo, le dirás que tenemos afán. ¿Entendiste?
De nuevo ella asintió y vio que su boca era liberada del apretón. ¿Y si gritaba? Muy seguramente moriría apuñaleada y no quería eso.
-Te vas a girar lentamente y dejarás que te abrace como si fuéramos novios.
Carly obedeció. Se giró lentamente sólo para quedar tremendamente sorprendida: ¡era el hombre con el que había chocado!
-¡Tú! -dijo ella con voz ahogada.
-Espero que me hayas extrañado, muñeca -dijo él sonriendo y estrechando el cuerpo femenino contra el suyo-. Yo te he extrañado mucho.
La joven se sintió diminuta entre los fuertes brazos y el enorme pecho del hombre. A su nariz llegó un olor a limpio y a almizcle que reconoció como el de la excitación. Sobre su abdomen sintió la plena evidencia del deseo masculino. A pesar de que debía estar aterrada, un extraño calor corrió por su espalda; el mismo calor que emanaba de ese cuerpo enorme, en otras circunstancias habría disfrutado ese abrazo. Sintió las manos de él recorrer la espalda y posarse un segundo en las nalgas para estrecharla contra su erección; oyó el ronco gruñido que el hombre dio al sentirla completamente pegada a él. Una punzada de ¿excitación? ¿miedo? laceró el vientre de Carly.
De súbito la alejó un poco todavía asiéndola por la cintura.
-No me hagas daño, por vafor -dijo ella mirándolo a los ojos.
-Claro que no, muñeca. Jamás te haría daño -dijo él mirando descaradamente los pechos de la joven que se adivinaban abultados bajo la chaqueta-. Una mujer tan deliciosa no es para lastimar, sino para... otras cosas.
La profundidad de su voz, así como sus palabras, hicieron que otra punzada golpeara de nuevo en su interior.
-Yo... yo... no tengo dinero -dijo ella.
Él rió y la musical risa invadió sus sentidos.
-¿Crees que te abordé porque quiero tu dinero?
Carly no supo qué contestar.
-¿Ah... no?
-Claro que no, muñeca -dijo él pegando su erección contra ella-. ¿Te da esto una idea de lo que quiero?
De nuevo esa punzada la atacó. Ese hombre quería...
-Pero... pero... -titubeó ella.
-Nada de peros, muñeca. Quiero follarte. Te veo pasar por aquí todos los días y me encantas, pero nunca me miras. Hoy te di la oportunidad de flirtear conmigo, pero me ignoraste y ahora vas a pagar.
¡Ay Dios! ¿Él la veía todos los días? ¿Él quería que ella flirtear con él? ¿Él quería follársela? En otra situación estaría riéndose. Pero ahora no: él tenía un cuchillo. ¿Qué planeaba? ¿Planeaba violarla? De nuevo la asaltó la punzada.
-No me hagas daño -repitió ella-. Haré lo que me pidas.
-Esa voz me encanta, muñeca.
Con un rápido movimiento tomó el maletín de sus manos y abrazó por la cintura mientras caminaba con ella.
-Vamos a ir a tu apartamento -ordenó él-. Y nada de trucos, sé perfectamente dónde vives.
Carly sintió que temblaba. Ese guapo hombre sabía todo de ella y ella ¡jamás había reparado en él! Era inaudito: ese espécimen magnífico, al que había admirado no hacía cinco minutos, la deseaba tanto que ahora estaba a punto de violarla. ¿Violarla? ¿Sería una violación? Era un hombre guapo y ella se había excitado al verlo la primera vez: de hecho estaba muy mojada. Las punzadas que había sentido cuando él la abrazó y le habló habían sido de excitación, no de miedo.
Caminaron en silencio y al llegar a casa, Carly abrió la puerta y entró seguida de su acompañante. En cuanto la puerta se cerró, la mujer sintió que el hombre soltaba el maletín y se apoderaba de ella por la cintura para abrazarla de nuevo, sólo que esa vez también la besó.
El beso era absolutamente hambriento, como si hubiera pasado mucho tiempo sin besar a una mujer. Los labios se apoyaron en los de ella y los separó con avidez antes de invadir su boca húmeda con la lengua que recorrió la cavidad y danzó con la lengua de ella. Las manos del hombre se pasearon de nuevo por la espalda y las nalgas de la joven para después posarse en los pechos abultados.
Horrorizada, Carly se oyó gemir mientras sus brazos se iban como por voluntad propia al cuello de su asaltante. Su lengua ahora participaba atentamente al beso: ¡que beso! Parecía que esa lengua quería explorarla, recorrerla, llenarla. ¿Por qué no todos los hombres besaban así? Su ya húmeda concha comenzó a rezumar jugos de nuevo. ¡Claro que no sería una violación!
-¡Que caliente eres! -dijo él rompiendo el beso y acariciando los pechos por encima de la ropa-. Que boca más deliciosa, de sólo pensar en cómo me chuparás la verga siento que me voy a correr.
Esas palabras la hicieron tambalear. De nuevo se preguntó por el aspecto de su pene. Pronto lo sabría. Pronto le chuparía la polla y con mucho placer.
El hombre la alejó de él un poco y comenzó a desnudarse. Primero se quitó la camisa para dejar ver un hermoso y masculino pecho. Era muy musculoso, adornado con vello oscuro. Carly sintió que le picaban las manos por tocarlo. Después se quitó los vaqueros y la joven descubrió con sorpresa y deleite que no llevaba boxers. Las piernas eran también musculosas y velludas, pero su mirada no se concentró en ellas sino en su hermosa verga. Era larga y gruesa, surcada de venas con la piel más clara que el del resto del cuerpo. Se le hizo agua la boca y se le hizo agua la concha -si es que no estaba lo suficientemente empapada. Su excitación creció cuando el hombre comenzó a acariciarse el pene.
-Ven aquí -le dijo.
Sin vacilar, Carly caminó hacia él y se arrodilló. No necesitaba decirle qué tenía que hacer. Su lengua lamió el capullo antes de engullir la preciosa estaca. Quedaba mucho por fuera de su boca, entonces sus manos se ocuparon de esa parte. Estaba caliente y sabía muy bien. Comenzó a moverse hacia delante y hacia atrás, tomando esa deliciosa verga con su boca y manos mientras él gemía roncamente. A veces iba despacio, a veces rápido: le gustaba tener el control de la situación.
-Detente -dijo él con voz pastosa. La tomó por los hombros y la hizo levantarse-. Eres exquisita chupandola, pero si continuamos así en poco se nos acabará la diversión. Quítate la ropa.
Carly se alejó un poco de él y se dijo que se quitaría la ropa despacio, quería excitarlo más si eso era posible. Sus manos pasearon sobre sus brazos tocándose con sensualidad antes de deshacerse de su chaqueta. Después, mirándolo insinuantemente, desabrochó poco a poco los botones de la blusa, pero no se la quitó. Luego sus manos se dirigieron al ziper de la falda y dejó que esta se deslizara por sus piernas, dejándolas sólo con las medias de liguero.
-Tienes unas piernas preciosas -dijo él volviendo a tomar su verga con la mano para acariciarse lentamente.
Ella sonrió y se quitó la blusa, dejando ver sus pechos cubiertos por el sujetador. Pasó sus manos sensualmente sobre ellos mientras miraba a su acompañante con deleite.
-Son hermosas -dijo él.
Ella se acercó al hombre y pasó una de sus manos por el pecho velludo. Después tomó una de las manos del joven y la puso sobre uno de sus pechos. Él presionó el abultado fruto entre sus dedos y ella gimió. Con un rápido movimiento liberó sus redondeces del confinamiento, pero sin quitarlo. El hombre puso una manos sobre cada uno de los senos y los masajeó teniendo cuidado de no tocar los rosados pezones que estaban duros como piedras.
-Estás muy caliente, muñeca -dijo él antes de pasar sus pulgares sobre los pezones para torturarlos-. ¿Qué quieres? ¿Quieres que los pellizque? ¿O prefieres que te los chupe?
-Las dos cosas -dijo ella.
-Tus deseos son órdenes -dijo él antes de inclinar su cabeza para introducir uno de sus pechos en su boca, mientras con la mano torturaba el otro.
Carly gimió y tuvo que tomarse de los hombros del caballero para no caerse. Esa lengua era maravillosa: se sentía húmeda y caliente sobre el pezón erecto. Cuando comenzó la succión, pensó que iba a correrse por el placer. Pero entonces, él lo notó y la soltó.
-Aún no, muñeca -dijo quitándole el sujetador del todo-. Nos falta mucho.
El hombre comenzó a bajar por su cuerpo dejando un rastro de besos y lametones por el valle de sus seños, su abdomen hasta llegar al límite que macaban las braguitas. Se arrodilló frente a ella y con los dientes tomó el elástico para comenzar a bajarlo mientras las manos recorrían las piernas esbeltas y las nalgas. El proceso fue tremendamente erótico. Carly acarició el cabello del hombre mientras éste, poco a poco, bajaba la prenda. Cuando la liberó, ella sólo quedó con las medias y se sintió deliciosamente pecaminosa y sexy. Luego sintió las manos del hombre subiendo con masajes circulares hasta posarse a pocos centímetros de su concha, la cual siempre depilaba completamente.
-¡Que tenemos aquí! -dijo él-. Es la concha más hermosa que he visto en mi vida. Toda depiladita y suave.
Un dedo incursionó por el monte de venus hasta llegar al abultado botón que estaba muy sensible. En cuanto lo acarició, ella gimió.
-¿Te gusta así, muñeca? -preguntó frotándolo con el dedo-. ¿O prefieres esto?
De súbito, Carly sintió los labios del hombre rodeando su clítoris para después succionarlo y frotarlo con los dientes. Estuvo a punto de correrse, pero él se lo impidió liberándola. Después, un par de dedos se encaminaron hacia la cueva en la que entraron con gran facilidad.
-Estás húmeda, muñeca. Estás más que lista para follar.
El hombre se levantó y la tomó de la mano para llevarla al sofá. Allí la acostó y le abrió las piernas. Ella pensó que la penetraría, pero no lo hizo. Se arrodilló frente a ella y de nuevo hundió su rostro masculino sobre su concha mojada y caliente. Apoyó los labios sobre la entrada de su coño y después, con su lengua, comenzó a pasear sobre ella en embates cortos que estaban haciendo que Carly perdiera el sentido por el placer. La mujer se retorcía y elevaba sus caderas para buscar más contacto, pero él se lo impedía. De súbito, la penetró con la lengua y la joven sintió desfallecer; se retorció, pero él se alejó.
-¡Por... favor... ah...! -gemía ella.
-¿Por favor que? -dijo él.
-¡Por favor, fóllame! -dijo ella.
-¡Maravilloso! -dijo él antes de subirse sobre ella y dirigir su polla a la cueva de su feminidad. La guió con la mano, pero antes de penetrarla, acarició la entrada con la cabeza del pene.
-¡Ah... por favor...! -gimió ella una vez más.
-¿Qué quieres? -preguntó él.
-¡Tu polla... la quiero dentro...!
-Como digas.
De un solo embate la penetró hasta lo más profundo. El hombre sentía la verga aprisionada de un modo estrecho y dulce: como si esa concha se hubiera hecho para él sólo para él. Se quedó quiero unos instantes disfrutando del apretado agarre de la funda.
Carly se sintió completamente llena. Hacia unos minutos había fantaseado con un hombre follándola y de súbito allí estaba: con un espécimen de lo más maravilloso. Su verga era enorme, la llenaba como jamás lo había hecho nadie más. Adoraba sentirse penetrada y casi sometida. Comenzó a gemir cuando él empezó con las acometidas placenteras. Primero fue despacio, suave mientras la besaba en la boca y acariciaba sus pechos con las manos, a la vez que ella rodeaba la cintura masculina con sus piernas y acariciaba la musculosa espalda. Después, el ritmo aumentó, el empuje se hizo más rápido y vehemente mientras la boca masculina se apoderó de sus pezones para succionarlos con fuerza y su pulgar iba al clítoris para frotarlo con efusividad. Esta triple combinación de estímulos la cegó: no podía más. Carly tuvo un magnífico orgasmo que duró lo que a ella le parecieron horas.
El hombre también se corrió dentro de ella. La mujer sintió el líquido caliente mientras oía los gruñidos de él y sentía su aliento sobre su pecho.
Había sido hermoso y explosivo.
-¿Estás bien, Carly? -preguntó él.
-Claro que sí, amor -dijo ella acunando la cabeza de su esposo sobre su pecho. -Fue hermoso, como siempre. Eres magnífico.
Él la miró y sonrió.
-Tú eres magnífica -dijo él antes de darle un beso tierno y dulce-. ¿Te asusté con la navaja?
-No, amor, te lo habría dicho -dijo ella-. Esto fue insuperable: cada vez sigues mejor mis juegos.
Carly suspiró mientras él la acariciaba con ternura.
-Te amo tanto que hago lo que sea, hasta arriesgarme a asaltarte en plena calle con una navaja de verdad. Pero vale la pena por verte feliz.
-Te amo -dijo ella acariciándole el rostro. -¿Sabes que tengo en mente?
Él sonrió.
-¿Qué?
-Un nuevo juego.

El hombre le sonrió antes de besarla. En la mente de Carly, ya se formaba otra idea.