domingo, 18 de diciembre de 2016

LOS PIES DE GONZÁLO

Esta historia ocurrió cuando tenía 16 años. Era un chico tímido, casi no hablaba con nadie de mi clase. Nos habían puesto un trabajo de biología y teníamos que hacerlo en parejas, como siempre me quedé solo y me pusieron con Gonzalo. Gonzalo era un chico solitario, no porque la gente lo odiara, al revés, era un chico muy popular, pero no le gustaba salir de fiesta ni las muchedumbres. Al terminar la clase quedamos en que él vendría a mi casa. Gonzalo me había gustado desde siempre, me encantaba todo de él, su piel pálida, su cabello oscuro y sus grandes ojos verdes, pero había una parte de él que deseaba ver con toda mi alma, sus pies. Siempre me habían llamado la atención los pies de los chicos que me gustaban. Estaba muy nervioso con la idea de que fuera a venir a mi casa. Al salir de clase me fui corriendo a mi casa. Al llegar mis padres me dijeron que tenían que irse pero que volverían para cenar. Íbamos a estar Gonzalo y yo solos en mi casa toda la tarde. Gonzalo llegó puntual, llevaba las mismas zapatillas que esa mañana y no sé porque eso me excitó un poco. Fuimos a mi habitación y nos pusimos a hacer el trabajo. Cuando llevábamos una hora nos tomamos un descanso. -Me gustan tus zapatillas -le dije intentando romper el hielo. -Están un poco gastadas -dijo moviéndolas. Me quedé embobado mirando sus zapatillas y él se dio cuenta fue un momento un poco incómodo pero se pasó rápido y seguimos con el trabajo. Una parte del trabajo consistía en hacer un dibujo de una célula en una cartulina grande y le dije a Gonzalo que iba a empezar con eso mientras el terminaba la otra parte. Como no había espacio suficiente me puse en el suelo. Tenía los pies de Gonzalo cerca y disimuladamente me iba acercando hasta que estuve lo suficientemente cerca como para que llegara el olor que salía de sus zapatillas. Era un olor leve pero se notaba que dentro de las zapatillas el olor era mucho más intenso. -¿Por qué me miras tanto las zapatillas? -me preguntó. -Por nada especial, simplemente me gustan. -¿Te gustan las zapatillas o el interior? Me quedé callado mirando al suelo. -Una vez en un chat un hombre me dijo que si le podía enviar mis calcetines usados -dijo él-. ¿Te gustan esas cosas? -Un poco. -Tengo curiosidad por saber como es estar con una persona así, me gustaría probarlo algún día. Yo seguía callado pero cada vez estaba más excitado. -A mi también me gustaría probarlo -dije al fin-. Mis padres no vuelven hasta esta noche y casi hemos terminado el trabajo. -Adelante entones -me dijo acercándome las zapatillas. Me abalancé sobre sus zapatillas y empecé a oler en el hueco entre la zapatilla y el tobillo. El olor era maravilloso. Empecé a desatar los cordones y le saqué las zapatillas. El olor inundó toda la habitación, era bastante intenso. Le masajeaba los pies con los calcetines puestos, estaban empapados en sudor. De repente Gonzalo tomó la iniciativa y me puso los pies en la cara, solo me llegaba el olor de sus pies. Mi polla estaba a punto de reventar en el pantalón. -Vamos a la cama, creo que estaremos más cómodos -dijo mientras me quitaba los pies de la cara. Al ponernos de pie vi que él también se había excitado. -Veo que realmente te gusta esto -dijo Gonzalo. -Casi podría correrme solo oliéndote los pies. -Vamos a hacer mucho más que eso. Me tumbé en la cama y Gonzalo se quitó los calcetines y me puso los pies descalzos y sudados sobre mi cara. Apestaban muchísimo y podía notar la humedad en mi cara. -A mí también me gustaría oler tus pies. Me quitó los zapatillas y puso mis pies sobre su cara. Notaba la respiración en mis pies, era una sensación excitante. Me quitó los calcetines y empezó a lamer los dedos de mis pies. Me estaba gustando tanto que no podía evitar gemir. -Soy bisexual, en clase no lo sabe nadie -dijo Gonzalo-. He quedado con varios hombres que he conocido por internet, pero es la primera vez que me pongo así. Gonzalo sobaba mi polla con uno de sus pies por encima del pantalón pero quería más. Me quité la ropa y Gonzalo hizo lo mismo. Su cuerpo era una delicia ni gordo ni delgado, sin ningún vello. Nos tumbamos de nuevo en la cama y me puse a chupar sus pies, tenían un sabor salado muy concentrado. Fui subiendo por la pierna hasta llegar a su polla, la tenía llena de líquido preseminal. Me lancé a chupársela, escuchaba sus gemidos y notaba sus pies sobre mi espalda arqueándose del placer. -Quiero que me la metas -le dije-. Quiero que te corras dentro de mí. Busqué una crema que tenía en el cajón de la mesa y me puse un poco en el culo, me tumbé hacia arriba y puse las piernas sobre los hombros de Gonzalo. -¿Es tu primera vez? -preguntó. -Sí. -Al principio puede que duela un poco. Gonzalo introducía su polla poco a poco. Sentía un escozor flojo pero cuando dio el último empujón me dolió bastante y grité. Cuando pasaron unos minutos Gonzalo lo intento de nuevo y esa vez no sentí casi dolor. Con cada movimiento un escalofrío recorría todo mi cuerpo, sentía un placer enorme pero faltaba algo. Busqué con las manos hasta encontrar los calcetines sudados de Gonzalo y me los puse en la nariz. ¡Qué olor! ¡Qué sensación! Era el paraíso. De repente Gonzalo agarró mis pies, se los puso en la cara y empezó a lamerlos. La sensación que me producía que Gonzalo me chupara la planta y los dedos de los pies junto con el fuerte olor de sus calcetines era demasiado, casi me corría. Gonzalo aumentó el ritmo y noté su polla palpitando en mi interior soltando todo su semen en mi culo, no puede más, me corrí llenando todo mi pecho y abdomen de semen. Nos quedamos quietos unos segundos mientras recobrábamos el aliento, tenía sus calcetines en la cara y con cada respiración inhalaba su olor. -Será mejor que terminemos el trabajo antes de que lleguen mis padres -dije. -Claro. Mis padres volvieron al poco de terminar el trabajo. Acompañé a Gonzalo hasta la puerta y al despedirnos me dio algo. -Quédate con mis calcetines, seguro que los vas a usar tú más que yo -dijo con una sonrisa pícara. Aquella noche me hice varias pajas con aquellos calcetines apestoso

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