martes, 1 de septiembre de 2020

UN TRIO INESPERADO

 Una vez que reaccioné del shock, al ver a Stella tan deseable y frente a mí, extendí mis manos hacia su cintura y traté de besarla, pero se retiró de inmediato.

–¡Espera, él no tardará en llegar! –me dijo como explicación– Recuerda que tú quisiste quedarte y hacer lo que yo dijera. Él aceptó que estuvieras también con nosotros.

–Pero yo quiero amarte también –le dije, recordando la vez que, escondido en el closet, me desesperé cuando vi que otro le hacía el amor, mientras yo veía la escena con el pito parado.

–Si ya viste bien cómo es la mejor manera de hacerlo en compañía, seguramente así será –dijo señalando el libro– Al rato podrán hacerlo juntos –me indicó Stella, y en ese momento sonó el timbre de acceso. Stella contestó en el interfono y permitió la entrada de… ¡No le pregunté quién era!

–Espero que seas atento, no es necesario que te comportes amigable, pero sí amable –me dijo antes de preguntarle a quién esperábamos.

–¡Hola, pasa! –dijo Stella al sujeto quien, el igual que yo, se había quedado pasmado al verla. Ella sonrió y le dio un beso para que se repusiera, que resultó contraindicado porque él lo transformó en uno ardiente cuando la abrazó y le metió la lengua en la boca, al tiempo que bajaba una de las manos hacia sus nalgas.

–¡Estás hermosísima Tellita! –dijo cuando ella logró separarse del abrazo.

–Sí, ¿verdad? ¡Eres un desesperado! ya me despintaste los labios! –le dijo y tomó una servilleta para limpiarle la boca.

Mientras ella le limpiaba, volteó a verme y me di cuenta que él tampoco preguntó con quién estaría compartiendo a su mujer, pues se sorprendió al verme; quizá esperaba la presencia de otro tipo tan consuetudinario como él a las caricias de Stella. Ya nos conocíamos pues coincidimos un par de veces cuando fui a recoger o a dejar a mis hijos. En realidad, lo conocí antes por sus artículos de fondo y de opinión en algunas revistas y diarios. Sabía que él era casado, de mi edad y se llamaba Ociel, pero que, como a Stella le había gustado, ella lo sedujo y ahora estaba convertido en un esclavo más de los seis labios y el par de tetas de Stella. Como se quedó callado por el asombro de verme, tuve que tomar la iniciativa, siguiendo las instrucciones de mi exesposa de ser amable.

–¡Hola, buenas noches! –le dije acercándome y extendiéndole la mano para saludarlo.

–Buenas noches… –susurró, sin dejar de verme ni salir de su asombro.

–¿No lo conoces? Es el papá de mis hijos –le dijo Stella, a manera de presentación.

–Yo pensé que ya no… –insistió en su asombro.

–Sí, ya nos divorciamos, pero tú sabes, Stella es adictiva, aún para los que tienen quien los ame –dije, a manera de explicación, y Stella mostró un mohín de desagrado por mi comentario cargado de mala leche.

–Lo que pasa es que mi ex se quedó prendado de mí y de vez en cuando nos divertimos, ya sabes que soy magnánima. ¿Quieres tomar algo, mi amor? –le preguntó Stella quitándole el saco y me lo dio para que lo pusiera en el perchero, me ordenó “Cuélgalo”, sin quitar la vista de su amante.

–Sí, Tellita, vino tinto estará bien –contestó Ociel y ella me pidió que abriera una botella.

–¿Alguno en particular? –le pregunté y nombré algunas de las marcas que había en la cava.

–El que sea… Un merlot –precisó.

–¡Con mucho placer! –contesté y saqué un botella–. También ese gusto compartimos– dije al abrirlo para que se aireara. No supo qué contestar y por fortuna Stella no me escuchó pues había ido por unas copas.

Platicamos un poco, traté de evitar la mala leche de mis palabras, después de todo, sería la segunda vez que tendría un show pornográfico y debería agradecerlo, pues la primera vez, repito, escondido en el clóset, que vi a mi aún esposa Stella con su amante Carlos, me excitó muchísimo (esto está en “ECHAR LECHE DESPUÉS DEL AMANTE”).

Stella puso música para bailar y nos la fuimos turnando, uno se la pasaba al otro y en poco tiempo el otro la regresaba al uno. Los manoseos y los besos estaban calentándonos. En cada cambio de pieza nos quitaba una o dos de las prendas de vestir a cada quien, pero ella no se quitó ni los zapatos.

Cuando quedamos encuerados, puso un largo tango, sabedora de que yo no lo sé bailar, jaló del pene a Ociel para sacarlo a bailar. ¡Qué envidia, Ociel baila excelentemente! Me senté para disfrutar la escena y empecé a gritar “¡Mucha ropa! ¡Desvístela hasta que se le vean los pelos!”. Stella le ayudó, sin dejar de bailar, como si de una coreografía ensayada se tratara y pronto quedó en tanga. Ociel traía el pene como rifle pues en cada acercamiento Stella le tallaba el cuerpo con lo suyo y también se tomaban de los sexos en los recorridos de cucharita y él de las chiches cuando la inclinaba.

Yo los veía y me la jalaba. Stella se acercó a mí y se agachó para mamarme la verga, y, justo cuando terminó la música, ¡él se la empaló por el culo! La tomó en un abrazo del vientre y las chiches, la echó hacia atrás y Stella levantó las piernas para ponerlas sobre mis hombros, quedándome su pucha en mi boca. Sí, se la chupé hasta que los dos se vinieron al unísono.

Ociel, sin soltarla, se dejó caer en el sofá y hasta allá fui, poniéndome de rodillas, para lamerle la panocha otra vez, mientras mis manos competían con las de Ociel para magrearle las tetas a mi exmujer.

Les alcancé sus copas para que descansaran en esa posición y también coloqué la mesa de centro en su lugar. Ella movía su culo de vez en cuando y pegaba su cara a la de él reclamando un beso. Yo los miraba saboreando el vino y me acariciaba el escroto con los huevos llenos y el palo reclamando la oquedad de Stella, quien se sentó en el sillón al salírsele el miembro que había perdido la otrora turgencia y, dando unas palmadas en el asiento, me conminó a sentarme junto a ella. Las copas se habían terminado y las volví a llenar, dejándolas en la mesa antes de sentarme a su lado.

Teniéndonos uno a cada lado extendió sus manos y nos empezó a masturbar. Con el mismo pensamiento en la mente, ambos nos pusimos a mamar la teta que nos quedaba más cercana ¡Qué delicia!, pero tuve que aguantarme para no venirme.

Ociel, parecía todo un garañón, traía otra vez el pito muy parado, “Quizá tomó viagra”, pensé. Stella me dijo al oído “Cógeme” y se puso de pie para agacharse a chuparle el pene a su amante ofreciéndome su grupa. El sillón de piel estaba mojado con el semen que se le había salido.
De pie tras ella, vi su trasero también mojado. Bajo sus delgadas nalgas, sobresalían sus labios, ofreciendo una raja muy mojada y en la orilla del aún dilatado ano resaltaba una pequeña gota blanca. Me agaché para lamer su vulva y aunque mi nariz se mojó de esperma seguí lamiendo el jugo de su vagina. El olor y el sabor de su pepa me obligó a enderezarme para tomarla de las caderas y ensartarla hasta los huevos de un solo envión.

Ella no dejó de mamarle la verga, acariciando el tronco de arriba abajo con una mano y con la otra jalaba hacia abajo la bolsa de los testículos, los cuales también lamía en los cariños a su amado. Yo me movía sin control, hasta que di un grito celebrando mi venida. Ociel también gritó porque le pasaba lo mismo. Sentí las contracciones de Stella que apretaba mi miembro para exprimir todo el amor que le tenía y ella exprimió también el tronco de Osciel.

Me separé satisfecho y aún con los ojos cerrados disfrutando el placer del orgasmo, sentí un abrazo y Stella me dio un beso blanco, el cual, con su lengua navegando en mi boca, lo sentí delicioso. Volvimos a sentarnos como estábamos y descansamos acariciándonos las piernas. El vello de mi pubis estaba mojado con lo que a Stella le había terminado de escurrir del culo con el meneo.

Ociel se levantó, le abrió las piernas a mi exesposa, se las puso en los hombros y se puso a chuparle la vagina. Yo le mamé y acaricié las tetas y ella tuvo más orgasmos que se delataban en sus gemidos y en la manera en que con sus manos revolvían el pelo de las cabezas de los machos que la atendíamos.

Al volvernos a sentar, Stella nos dio las copas de vino y pidió que brindáramos por su primer trío. “¡Salud!”, dijimos todos al chocar las copas. Al estar tomando el vino pensé en que me gustaría estar presente en sus otros tríos. Al terminar el vino, Osciel le dijo: “El siguiente trío deberá ser con alguna de tus amigas, Tellita”, a lo que ella contestó con gesto serio “Ya veremos”.

La estuvimos fajando un buen rato y cuando se nos paró otra vez, ensayamos algunas posiciones. Entre los dos la cargamos. Ociel le dio por atrás (él fue quien la estrenó por el ano, a petición de ella) y yo por delante; sentíamos el mete y saca del pene del otro en las paredes de su interior, eso excitaba aún más la libido. Luego le pidió a Su amante que se la metiera junto conmigo por la vagina. ¡Le cupieron las dos sin gran dificultad! “Posiblemente cabría una tercera”, pensé. Pero no era tan rico como la posición anterior ya que no era fácil mover las vergas, además nos cansamos de los brazos porque se nos dificultaba sujetarla con tanto meneo. Nos sentamos y ella nos paró al poco rato porque quería ver si podría mamar dos vergas juntas. Con trabajo le entraban loas puntas de los glandes, así que prefirió al ternar las mamadas, también juntarnos los penes para lamerlos de un solo viaje.

Apenas pude, la tiré en la alfombra y me la cogí de misionero, pero dijo “Mejor de otra manera y se sentó en mi verga dándome la espalda. Se acostó sobre mí, la agarré de las chichotas y ella le dijo a Ociel “Contigo quiero un 69”. Ante la reticencia de él, le dijo “Sólo en el clítoris, mi amor, ven…”, y así se acomodó Ociel para mamarla. Sentía en mi tronco la respiración cada vez más agitada de su amante y me provocaba moverme más rápido. ¡Pobres chiches, sin darme cuenta se las apretaba con fuerza conforme me acercaba el orgasmo! De pronto sentí la lengua de Ociel junto a mi tronco pues estaba calientísimo y quería recuperar los flujos de Stella quien se venía como río, ya le había llenado la boca de esperma nuevamente y yo…yo estaba empezando a venirme, pero se me cortó la inspiración por la sorpresa ya que Ociel tragaba también de lo mío que ya estaba resbalando por mi tronco desde de la peluda panocha de mi ex.

Ociel se hincó para que Stella le jalara la verga exprimiéndosela. Apenas terminó y ella se montó otra vez en mí, pero de frente, ensartándose en mi verga que aún estaba esperando la culminación de mi orgasmo. Stella me abrazó y me dio un rico beso mientras se movía con furor, haciéndome venir. Cuando sintió que yo había terminado, sin dejar de besarme se hincó poniendo su trasero a la disposición de Ociel y éste, con el pene aún flácido, se puso a mamarle la pepa para satisfacer el requerimiento de la amada.

Extenuados, descansamos acostados. Ociel sobre el pelambre pringoso de Stella y yo sobre el pecho de ella. Cuando la iba a mamar me di cuenta que sus tetas tenían las marcas de mis dedos y supuse que le estarían doliendo, así que me puse a darle besos y caricias. “Con cuidado, porque me duelen”, me dijo sin abrir los ojos. Ociel se levantó y sonrió al vernos. No sé si fue por mirarla tirada con las tetas rojas o si le dio ternura su mujer. Se fue al baño y regresó a vestirse. Nos despertó para despedirse.

–Me tengo que ir, espero tener fuerza para poder dar un beso en mi casa… –le dijo a Stella agachándose para besarla–. Mejor váyanse a la cama porque ya está enfriando la noche –y la ayudó a levantarse dándomela de las manos.

Con trabajos pude darle el beso matutino, logrando que ella tuviera varios orgasmos, rara vez es sólo uno, pero como yo no pude venirme, me bajé a tomar el atole que traía.

–¿Cuándo hacemos otro trío? –le dije cuando nos estábamos bañando.

–Cuando quieras, pero trae a un amigo –subrayó el género masculino para que no se me ocurriera decirle algo similar a lo que le dijo Ociel.

Al concluir su relato, Cornelio me preguntó “¿Tú nunca te la has cogido?” y recordé que alguna vez me había dicho que me la cogiera para que supiera por qué es difícil dejarla. “No”, le contesté. “Pues te invito a un trío”, me dijo sonriente y apuró la cuba que le quedaba en el vaso, antes de despedirse. No sé si lo dijo en serio o por burlarse de mí que estaba notoriamente empalmado y acariciándome el bulto con discreción mientras escuchaba el relato.

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